Introducción
La cirugía robótica se inicia en 1997 en Bélgica con una colecistectomía. Posteriormente, le seguirían otros procesos tales como el reflujo gastro-esofágico (1998), obesidad mórbida (1999), gastrectomías (2002), pancreatectomías y adrenalectomías (2003) o esofaguectomías (2005). La primera colectomía robótica data de 2002, siendo la primera cirugía rectal en 2006.
Desde entonces, hemos asistido a una progresiva implantación del dispositivo robótico Da Vinci, pasando en nuestro país de 15 unidades en el año 2010 a las actuales 62, o a nivel europeo (799 dispositivos) y americano (3.010 dispositivos).
También hemos comprobado la evolución tecnológica del mismo, pasando del primitivo Da Vinci Standard de 1999 al actual modelo X de 2017, transitando por los modelos S, Si y Xi en años sucesivos. Todo ello ha redundado en mejoras no solo en imagen y ergonomía de los instrumentos, sino la diversidad de los gadgets incorporando sellador de vasos, endograpadora/cortadora y visión de infrarrojos para verde de indocianina.
De esta manera, los procedimientos se han ido desarrollando de manera natural en todos aquellos servicios que disponen del dispositivo robótico. El acúmulo de experiencia estimula la comunicación y difusión de los datos y resultados, propiciando multitud de trabajos, comunicaciones y publicaciones en ese sentido. Así, desde el primer estudio publicado sobre cirugía del mesorrecto por acceso robótico por Bianchi et al. en 2010[1], muchos han sido los trabajos que han ido explorando aspectos diversos del procedimiento robótico en cirugía rectal. Al principio, se publicaban experiencias cortas que se limitaban a contar las bondades de sus cortas series, de la reproducibilidad de los procedimientos y de las necesidades de mejora en áreas que iban desde los tiempos operatorios hasta el precio del dispositivo.
Kang et al.[2] publicó el primer trabajo en el que se comparaban los resultados de la cirugía convencional, laparoscópica y robótica en el cáncer de recto medio e inferior. En el mismo, destaca los mejores resultados de los abordajes mínimamente invasivos frente a la vía convencional, así como el menor tiempo de recuperación, de ingesta, de necesidades analgésicas, las menores pérdidas hemáticas y la mayor supervivencia a dos años de la vía robótica frente a las otras dos.
D'Annibale et al.[3] van más allá y no solo refieren la idoneidad y seguridad del procedimiento robótico, sino que le otorgan mejores resultados que el procedimiento laparoscópico en términos de margen de resección radial, conversiones y estancias.
Conforme avanza la experiencia también lo hace la calidad de los trabajos. En el metaanálisis de Kang et al.[4], se analizan ocho estudios con 1.229 pacientes operados tanto por vía robótica o laparoscópica, atribuyéndole al procedimiento robótico menor tasa de conversión, de afectación de márgenes radiales y de disfunción eréctil.
En contraposición al imparable auge de la cirugía robótica está su elevado precio, objeto de constante escrutinio, y que evidentemente limita las posibilidades de universalización de su uso. Es por ello que aparecen técnicas que, frente a las evidentes capacidades tecnológicas y ergonómicas del dispositivo, ofrecen alternativas interesantes para la resección del cáncer rectal medio y bajo. Es el caso de la exéresis total del mesorrectal por vía transanal (TaTME), técnica laparoscópica que requiere de dos equipos quirúrgicos para llevar a cabo un doble abordaje abdominal y endoanal, y cuyos resultados son ciertamente esperanzadores.
Comienzan así a aparecer trabajos que comparan resultados de ambos procedimientos[5],[6], siendo en general pronto aún para establecer resultados y límites de ambos.
En mi opinión, la mayoría de los avances tecnológicos que disfrutamos en el momento actual, y los que están por venir, lo harán de la mano del procedimiento robótico. Este tiene entre sus ventajas la de proporcionar una mejor visión, destreza y la ergonomía y diversidad del instrumental. Además, lo cual no es baladí, aporta una menor fatiga al cirujano y requiere una escasa curva de aprendizaje en especialistas acostumbrados a la laparoscopia. Comparte con el TaTME el ser especialmente útil en obesos, varones y en pelvis estrechas, casos en los que la laparoscopia convencional podría resultar ser insuficiente. En contra del dispositivo robótico está su elevado precio, aunque su rentabilidad podría discutirse con un mayor aprovechamiento de este, pero es innegable e impide su disponibilidad por hospitales y servicios de una manera más global.
