In memoriam del Dr. Ricardo Belda Poujoulet
20/01/2023

El pasado día 8 de enero nos dejó, de forma repentina, inesperada e injusta el Dr.  Ricardo Belda Poujoulet, que fue Jefe del Servicio de Cirugía del Hospital Universitario Torrecárdenas, nada menos que durante 27 años. 

Como todos sabemos, la formación del cirujano es eterna, pero se sustenta en pilares  es decir, maestros; los maestros se suceden unos a otros, se sustentan unos en otros y  sobre ellos, se forja el cirujano. El alma mater de esta dinámica es el respeto a la  experiencia –o sea, la destilación del saber a través del tiempo-  por la que se reconoce y admira a quien la posee, a quien la ejerce y a quien la enseña. El Dr.  Ricardo Belda Poujoulet era el prototipo de “pilar quirúrgico” y el paradigma de  “forjador de cirujanos”. Quizá fuese porque Ricardo era la máxima expresión del  famoso “gen quirúrgico” cuyo fenotipo, a mi entender, es el “temperamento  quirúrgico” descrito muy poéticamente por Sir Ashley Cooper como: “ojo de águila,  mano de mujer y corazón de león”. Quizá fuese por su carácter o quizá fuese por su  personalidad, bruñidas ambas en un crisol hispano-franco-árabe que, unido a su  humanismo, tan peculiar como profundo, le daban ese toque especial y cautivador que  generaba complicidad, que nos hacía sentir como “su gente”. Esta semblanza,  intentará conjugar al Cirujano y a la Persona, si bien siempre estará sesgada por el gran  respeto y cariño que inspiró su figura en todos nosotros.  

El Dr. Ricardo Belda Poujoulet nació en el norte de África, en el remoto pueblo marroquí de “Ain Harrouda” un 30 de diciembre del 1947. Su padre, D. Juan Belda  Pérez, piloto de la República, era un hombre de carácter con mucha vida a cuestas que  tenía allí una fábrica de cal. Él, supongo, legó a Ricardo el carácter, intenso y luchador,  que su madre, Dª Paulette Poujoulet, francesa y muy europea, templó, también lo  supongo, con un cosmopolitismo liberal y culto que hizo que no se ajustase -para nada a los patrones habituales de aquellos años. Supongo, finalmente, que fue el ambiente,  “Ain Harrouda” en sí misma, el que le impregnó de ese tinte sagaz y perceptivo, noble  pero implacable del que siempre hizo gala. Es más, creo que Ricardo Belda Poujoulet además de sentirse orgulloso de sus raíces las consideraba un recurso “mortífero” inigualable, utilísimo en la lidia diaria, especialmente a la hora de abordar el día a día  de su labor como Jefe de Servicio.  

Ricardo Belda Poujoulet se formó como cirujano en el Hospital Clínico San Cecilio de  Granada, en el Servicio del Profesor D. Ignacio Arcelus Imaz. Allí estuvo durante diez  años, desempeñando al final de este periodo el cargo de Jefe de Sección de la “Recu”, - ahora se llamaría Reanimación- que en aquella época era liderada por los cirujanos. En  este tiempo se mostró ya como una persona muy activa, sin ser hiperactiva; activa de  fondo, por principio, por inquietud vital; activa, dentro y fuera del hospital. Esto hizo  que fuera pionero en España en el uso de la nutrición parenteral en el paciente  quirúrgico, en un momento en el que –a diferencia del tiempo que vivimos ahora- la el  tema de la Nutrición y Cirugía estaba en mantillas o se consideraba una materia menor. Como cirujanos, como médicos, no debemos –ni podemos- olvidar a aquellos  visionarios que, como Ricardo Belda, marcaron el camino a seguir. 

En 1985 el Dr. Belda Poujoulet recaló en Almería tras acceder al cargo de Jefe de  Servicio de Cirugía del Complejo Hospitalario Torrecárdenas (hoy Hospital Universitario  Torrecárdenas), donde desempeñaría su labor hasta finales de 2012, fecha de su  jubilación. Allí, apoyado por un excelente equipo de profesionales, siguió con su tónica   activa e innovadora e inició, el mismo año de su acceso a la jefatura, la que sería una  reunión científica emblemática, las Jornadas Quirúrgicas Internacionales de Almería,  que alcanzaron la decimonovena edición y que se hicieron muy atractivas, en especial   entre los cirujanos jóvenes, dado el talante participativo, ameno y práctico en el que se  abordaban todo tipo de controversias quirúrgicas. Durante su labor como Jefe de  Servicio del Hospital Torrecárdenas, el Dr. Belda Poujoulet siguió implantando su  estilo. Fomentó el esfuerzo, el reconocimiento a un trabajo bien hecho, huyendo  siempre de los egos desmesurados, los – y esta es una expresión muy suya- “buscadores de medallas”. Dentro de las turbulencias de su cargo y a pesar de las  presiones del sistema, siempre tuvo tiempo para ser Médico, con mayúsculas. Era un  convencido de que, como dice el filósofo Emilio Lledó, “no hay saber sin sabiduría”, no  hay conocimientos científicos que puedan escaparse del espacio humano, o sea, del  horizonte de valores que lo sustentan. 

Nadie con un mínimo de honestidad puede negar que, durante todos estos años, dejó alma y vida por La Cirugía, su Cirugía. Sufrió y disfrutó, con pacientes y personas. En la  lucha diaria, ganó – siempre nos decía “ganar, ganar”- y perdió, pero siempre luchó.  Fue la raíz quirúrgica de muchos y excelentes cirujanos y también un impulso crucial  para todo aquel que, inexperto y ávido de Cirugía –con mayúsculas-, acudió a su Servicio, donde siempre la encontró, ya que siempre fue un jefe –un maestro generoso, no solo para enseñar, también para algo quizá más importante, para “dejar  aprender”. Y es que enseñaba a “pensar” la Cirugía de forma lógica y honesta, con  firmeza y resolución, con base científica pero sin academicismos. Transmitía una  Cirugía “culta” pero sin erudiciones vacuas y lo que es más importante, lo hacía mostrando siempre una humildad abierta y sincera. Lo decía Unamuno, pero  perfectamente, lo podría haber dicho él: “Lo sabe todo, absolutamente todo. Figúrese  lo tonto que será”

En el trato personal su implicación fue honesta y directa –a veces demasiado directa implicándose de lleno en las vidas de aquellos a los que siempre consideró “su gente”. Y es que era un conversador especial: lúcido, perspicaz, de ramificaciones brillantes,  casi excesivas y –como afirmó su hijo, el Dr. Ricardo Belda Lozano- repleto de un  magnetismo casi misterioso. Le gustaba hablar de todo, de Cirugía y de Personas, de lo  superficial y lo profundo, siempre aderezando la conversación con un sentido del  humor inteligente y campechano, dejando gracias a ese estilo tan suyo, un regusto agradable, ocurrente y sabio de los que siempre se recuerda. Y que siempre se  recordará. Recuerdos entrañables de noches, días, de cirugías difíciles, compartidas,  seguidas de esa paz extenuante tan “quirúrgica”. Recuerdos de risas y algunas  lágrimas, sentimientos, frustraciones, éxitos, amistades, discípulos y compañeros. 

Alguien dijo que “conforme el camino avanza, el horizonte se expande”. En el Servicio  de Cirugía del Hospital Universitario Torrecárdenas hemos avanzado mucho junto a  Ricardo Belda Poujoulet. Hemos heredado su fuerza, su impulso inquebrantable y  seremos dignos discípulos de su ímpetu vital y quirúrgico.  

Como dice un proverbio francés –tan francés como el propio Ricardo- “vivir es  recordar”. Nuestra esperanza se halla en el recuerdo que dejo de sí mismo y en el  significado que su vida tendrá para todos nosotros. Y es que en la muerte no hay  mayor dignidad que la vida que la precedió. Como dice una emotiva plegaria: “Que su  memoria sirva de bendición”. 

Angel Reina Duarte 

Jefe de Servicio de Cirugía G. y Digestiva 

Hospital Universitario Torrecárdenas

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