Introducción
La hidatidosis se distribuye por todo el mundo, especialmente en países del medio oriente, del mediterráneo y de latinoamérica.
El quiste hidatídico se produce por las larvas enquistadas del Echinococcus granulosus, que habita en el intestino delgado de perros o cánidos salvajes, afectando por tanto a personas que tienen relación con estos animales[3]. El hombre actúa como huésped intermediario.
La clasificación de los quistes hidatídicos está basada en la clasificación de Gharbi, que divide la presentación de los quistes en tres grupos: activo, de transición o inactivo.
La hidatidosis extrahepática y extrapulmonar es muy poco frecuente; siendo el bazo la tercera localización en frecuencia (0,5-8%)[4]. A nivel óseo, la columna vertebral es el hueso más afectado, seguido de la pelvis y el fémur. La hidatidosis renal (3%) y la cerebral (1%) también se han descrito en la literatura[5].
Se presenta un caso clínico que no se incluye en las formas de presentación habituales ni en las localizaciones extrahepáticas y extrapulmonares más frecuentes. Se trata de un quiste mesentérico en una paciente asintomática y que se detecta de forma incidental en un TAC realizado por neutropenia. Se procede a cirugía y es la anatomía patológica la que indica que se trata de un quiste hidatídico, sospecha diagnóstica que no se había tenido previamente.
Caso Clínico
Paciente mujer de 59 años con antecedentes personales de osteoporosis y depresión, estudiada por hematología por neutropenia asintomática. En este contexto, se realiza TAC, que evidencia lesión circunscrita, de 52x56x55 mm, en la grasa de hipogastrio-fosa ilíaca derecha, compatible con teratoma (Figura 1). Ante esta sospecha, la paciente es derivada a ginecología, que descarta dependencia de anejos y es derivada a consultas externas de cirugía general.
Se presenta el caso en sesión clínica de cirugía y se decide, siguiendo los deseos de la paciente, exéresis de la lesión.
Se comienza intervención quirúrgica programada por laparoscopia, sin llegar a identificar la tumoración objetivada en TAC por lo que se decide conversión a cirugía abierta. Intraoperatoriamente se aprecia lesión quística en meso yeyunal de unos 5-6 cm que obliga a resección intestinal y posterior anastomosis (Figura 2).
El postoperatorio transcurre sin incidencias, la paciente inicia tolerancia oral en el primer día postoperatorio y es dada de alta al cuarto día tras la intervención quirúrgica.
Los resultados de anatomía patológica describen la pieza como: tumoración quística adherida a serosa de yeyuno, sugestiva de quiste hidatídico inerte. En su interior se observan sombras necróticas que recuerdan a escolex y pequeñas vesículas hijas.
Tras los hallazgos, se realiza anamnesis dirigida a la paciente, haciendo hincapié en el posible contagio de la zoonosis, sin poder determinar la existencia de factores de riesgo.
Es valorada por enfermedades infecciosas que amplian analítica de la paciente y determinan que no es conveniente tratamiento adicional dada la negatividad en la serología con alta sensibilidad y especificidad y al tratarse de un quiste hidatídico inerte.
Discusión
La hidatidosis en España había disminuído en los últimos años, pero con la creciente emigración de otras zonas endémicas y su escaso control sanitario, se ha apreciado un aumento de los casos en la actualidad[6]. La hidatidosis es una antropozoonosis de declaración obligatoria desde 1982, año en el que se notificaron aproximadamente 2.000 casos. Se clasifica como una enfermedad endémica regional por el RD 2210/1995 por el que se crea la Red de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE)[7].
Normalmente la infección permanece asintomática durante años, hasta la aparición de sintomatología que, como ya se ha mencionado, depende del órgano afectado, del número y tamaño de los quistes y del tipo de complicaciones (rotura, compresión mecánica del quiste, etc.)[8].
Los quistes hidatídicos, siguiendo las guías clínicas de la Asociación Española de cirugía (AEC), se clasifican en CE1-CE5, se tiene en cuenta la apariencia del contenido y la pared: activo (CE1 y CE2), transicional (CE3) e inactivo (CE4 y CE5). Además, se contemplan como CL los casos dudosos, En el caso propuesto sería CE4, ya que se trata de un quiste inactivo.
La hidatidosis extrahepática y extrapulmonar es diagnosticada en cualquier órgano; sin embargo, por su escasa incidencia, no se han desarrollado guías para su diagnóstico, tratamiento y seguimiento posterior.
La clínica depende del órgano afectado; por ejemplo la hidatidosis renal se manifiesta con dolor o disuria, el quiste hepático con dolor, masa palpable, ictericia y fiebre, y los quistes pulmonares producen tos o hemoptisis[2]. En algunos casos, como el que se presenta, los quistes hidatídicos son asintomáticos y se diagnostican de forma incidental en pruebas de imagen[9].
Las indicaciones quirúrgicas y terapéuticas de la hidatidosis extrapulmonar y extrahepática no están todavía muy definidas, debido a la escasez de casos. Por ello, el tratamiento se adapta a las características del quiste, el órgano afectado y las preferencias del paciente.
En el tratamiento médico se emplean dos fármacos benzimidazoles: mebendazol y albendazol. Estos fármacos interfieren en la absorción de glucosa a través de la pared del parásito, deplecionando glucógeno y produciendo cambios degenerativos a nivel del retículo endoplasmático y mitocondrial del equinococo. Los benzimidazoles no se indican en el tratamiento de los quistes inactivos, a menos que presenten complicación[10].
Normalmente, el quiste hidatídico se trata quirúrgicamente, teniendo como finalidad la eliminación completa del parásito, con especial cuidado en la preservación del quiste en su totalidad para evitar su rotura y posterior siembra[2],[11]. Se puede realizar la intervención quirúrgica por vía laparoscópica o laparotomía.
Con este caso se quiere plantear la inclusión del quiste hidatídico entre los posibles diagnósticos diferenciales ante masa intraabdominal de origen desconocido.