Introducción
El cáncer colorrectal, en nuestro medio, es el segundo cáncer más frecuente en la mujer (9,2% del cáncer mundial) y el tercero en el hombre (10% del total del cáncer mundial)[1].
Según datos de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), el cáncer colorrectal es el diagnóstico neoplásico más frecuente en la población española (15% del total 34.331 casos detectados en el año 2017). Con respecto a la mortalidad, ocupa el segundo lugar con 15.923 defunciones al año.
Menos del 4% de los pacientes con carcinomas colorrectales presentan metástasis cutáneas durante la enfermedad[2]. Esta localización poco frecuente, corresponde al 10% de las metástasis de neoplasias malignas.
Los tumores colorrectales pueden diseminarse por contigüidad, vía linfática, vía peritoneal o vía hematógena. Por esta última vía, el hígado es el órgano más frecuentemente afectado, estimándose que aproximadamente la mitad de los pacientes desarrollará metástasis hepáticas en algún momento de su evolución[3].
Tradicionalmente, existen dos subgrupos dentro de las metástasis cutáneas en carcinoma colorrectal:
Carcinomas colorrectales diagnosticados en estadios avanzados con metástasis cutáneas y en otras localizaciones.
Carcinomas colorrectales tratados con intención curativa que desarrollan metástasis cutáneas durante el seguimiento postquirúrgico.
En el caso que presentamos, se trata de una paciente con adenocarcinoma de sigma de reciente diagnóstico, sin datos clínicos ni de imagen compatibles con lesiones metastásicas, a la cual se le detecta una lesión nodular epidérmica en región perianal, que no existía en la exploración en Consultas Externas de Cirugía semanas previas a la intervención.
Ante la sospecha de malignidad, se biopsia con resultado del estudio anatomopatológico intraoperatorio compatible con metástasis de adenocarcinoma. Por tanto nuestro caso no entraría dentro de los subgrupos habituales.
Caso clínico
Paciente mujer de 74 años, con antecedentes personales de hipertensión arterial, diagnosticada de neoplasia maligna de sigma, estudiada por comité multidisciplinario de tumores digestivos consensuando valoración en Unidad de Cirugía Colorrectal.
La colonoscopia y estudio anatomopatológico son diagnósticos de adenocarcinoma infiltrante de tipo intestinal a veinte centímetros del margen anal. El estudio de extensión (TAC toraco-abdominal y RNM pélvica) estadifican el tumor como T3bN2.
Se programa sigmoidectomía durante la cual se objetiva nódulo epidérmico derecho de unos 15 mm de diámetro (Figura 1), verrugoso-excrecente perianal que se biopsia.
Anatomía Patológica identifica la lesión perianal como nódulo de 15 mm que en estudio de congelación, muestra una infiltración por glándulas de aspecto neoplásico compatible con metástasis de origen intestinal. Igualmente, la lesión presenta positividad para el marcador inmunohistoquímico de diferenciación colorrectal CDX-2 (Figura 2). Re-estadificación postoperatoria como pT3N1M1.
Tras este hallazgo se decide sigmoidectomía y colostomía terminal. La paciente muestra una evolución postoperatoria favorable, siendo alta hospitalaria al octavo día postoperatorio.
Actualmente se encuentra en tratamiento quimioterápico (XELOX + capecitabine), siendo las revisiones (bimensuales) por parte de Unidad de Oncología estables (controles analíticos y de imagen dentro de la normalidad).
Discusión
Las bases biológicas de la diseminación metastásica tumoral aún no se conocen en su totalidad y, a pesar de que el tejido blando representa un gran porcentaje de nuestra masa corporal (55%) es infrecuente que existan metástasis en estas áreas.
Según la literatura, las neoplasias que más metastatizan en piel son: el melanoma, el cáncer de mama y los cánceres del tracto respiratorio superior. Por otro lado, la neoplasia de colon y recto raramente origina metástasis cutáneas[4].
La casos descritos en la literatura muestran que la diseminación cutánea se realiza por vía hematógena o linfática más que por contaminación o implantación durante la intervención quirúrgica[5],[6].
Las metástasis cutáneas en el CCR son un hallazgo importante, tanto desde el punto de vista de su escasa incidencia como por las implicaciones pronósticas que tienen. Por tanto debemos sospecharlas ante cualquier lesión cutánea de reciente aparición. Pueden indicar tanto progresión de la enfermedad o ser el primer marcador de su existencia y llevarnos al diagnóstico del tumor primario.
Aún cuando el pronóstico del carcinoma de colon y recto ha mejorado en los últimos años, gracias a un diagnóstico precoz y al tratamiento adyuvante, debemos considerar incluir, tanto en la anamnesis como en la exploración clínica cualquier nuevo hallazgo, como el de este caso, compatible con lesión metastásica, aunque infrecuente tan importante en el seguimiento terapéutico oncológico de los pacientes.