CORRESPONDENCIA
Susana Roldán Ortiz
Hospital Universitario Puerta del Mar
11009 Cádiz
susana11cirugia@hotmail.com
CITA ESTE TRABAJO
Roldán Ortiz S, Bazán Hinojo MC, Fornell Ariza M, Pérez Gomar D, Pacheco García JM. Metástasis de pene por adenocarcinoma de recto, una localización infrecuente. Cir Andal. 2018;29(4):534-36.
Introducción
El adenocarcinoma de recto en estadios avanzados, principalmente metastatiza a nivel de ganglios linfáticos, hígado pulmón y óseo[1]. La afectación metastásica a nivel peneano debido a tumores rectales es rara, con una frecuencia del 15,7% del total de metástasis en dicha localización[2]. Son indicadoras de mal pronóstico, ya que la supervivencia tras su aparición es limitada[3].
Caso clínico
Varón de 71 años con antecedentes de fibrilación auricular y diabetes mellitus 2. Intervenido 54 meses antes de resección anterior baja por adenocarcinoma de recto bien diferenciado, con bordes quirúrgicos libres de tumor y 3 de 17 ganglios positivos, pT3N1bMx (tras neoadyuvancia) con terapia adyuvante posterior (Figuras 1 y 2).
En seguimiento, se diagnostica de metástasis única hepática y se remite a Urología por úlcera única en glande no dolorosa. En analítica presenta CEA 7,7 ng/ml y Ca 19,9 15,0 U/ml. La eco-doppler identifica tumescencia peneana grado I (Figura 3) y se realiza biopsia con diagnóstico histológico de metástasis de adenocarcinoma colorrectal (CK20+, CK7- y CDX2+) (Figuras 4 y 5).
Se decide penectomía parcial, pero por evolución tórpida se convierte a penectomía total. El paciente falleció cuatro meses después por progresión de la enfermedad.
Figura 4
Descripción histológica de pieza quirúrgica de penectomía: infiltración metastásica de adenocarcinoma de origen colorrectal. Fragmento cutáneo tapizado en su superficie por epitelio escamoso estratificado, en cuyo espesor se identifica proliferación tumoral constituida por estructuras glandulares que corresponde a focos de adenocarcinoma de origen intestinal.
Discusión
Las metástasis en pene son muy raras e indicativas de mal pronóstico. En 1870 se publica, por primera vez, un caso de metástasis en pene, existiendo 480 casos descritos en la literatura[3], siendo la serie más larga publicada por Chaux et al.[4].
La metástasis peneana de tumores primarios de recto forman un subgrupo excepcional. Hay descritos menos de 25 casos publicados con dicha asociación, siendo la primera publicación encontrada en 1950[1],[4],[5]. Aproximadamente, el 70% de las metástasis en pene son debidas a tumores malignos urológicos[4], (vejiga y próstata 30% cada una), el 21% ocasionadas por tumores gastrointestinales, sobre todo por cáncer de colon-recto y 4% cáncer de pulmón[3],[6]. Existen casos aislados publicados de origen gástrico, esofágico, ureteral, ano, etc.[6]
La localización habitual es cuerpos cavernosos que supone un 70%, en cuerpo esponjoso y glande 10-12% y prepucio <10%[7].
La presentación clínica, más frecuente, es de tumoración palpable, nódulo o úlceras (50% de los pacientes presentan un nódulo único en pene y 34% nódulos múltiples), dolor y hematuria[1],[3],[4]. También puede debutar con priapismo doloroso[8].
El diagnóstico se basa en la sospecha clínica por los antecedentes personales que orientan a enfermedad metastásica, exploración física, pruebas complementarias (ecografía doppler, TC y PET) y confirmación histológica mediante biopsia, PAAF o pieza de resección[1],[3],[9]. La biopsia es el método diagnóstico de elección[7].
La aparición de metástasis en pene representa un estadio oncológico avanzado y enfermedad diseminada en el 80% de los casos[10]. En 50% de los casos las metástasis aparecen tras 18-24 meses desde el diagnóstico inicial[1],[3],[4]. El tratamiento, habitualmente paliativo, es controvertido[4], dependiendo de la localización, clínica y estado general del paciente, así como estado oncológico. Se describe legrado de la lesión, penectomía parcial en lesiones únicas y extremo distal del pene o penectomía total en lesiones extensas acompañadas de invasión de cuerpos cavernosos.
El pronóstico es sombrío con una supervivencia en la mayoría de los pacientes inferior a doce meses desde su diagnóstico[3],[4],[6].