Introducción
La principal innovación en la reparación de la hernia ventral es el cambio de concepto a la reconstrucción de la pared abdominal primando el cierre de la línea media como objetivo principal para restablecer la normal anatomía y fisiología y evitar el efecto bulging. Este se puede realizar mediante puntos percutáneos, una sutura intracorpórea o el empleo del Endostich®. Así, la sutura barbada ha adquirido un nuevo papel en este abordaje, así como distintas técnicas diseñadas para tal efecto como la LIRA (laparoscopic intracorporeal rectus aponeuroplasty)[1],[2].
Otro concepto novedoso que se ha extendido es la separación de componentes, que igualmente puede realizarse con abordaje laparoscópico o mínimamente invasivo, como describieron por primera vez Lowe[3] o Rosen[4] para la separación de componentes anterior o Novitsky[5] para la posterior. Aunque este abordaje provee menos separación miofascial, evita grandes flaps dérmicos, lesiones de vasos perforantes y por tanto menores complicaciones de la herida.
Por último, podemos hablar del uso de la cirugía robótica en la pared abdominal lo que ha disminuido la curva de aprendizaje y facilitado la puesta en marcha de técnicas más complejas[6]. Aunque se viene empleando desde el año 2003[7], en nuestro medio es puramente anecdótico ya que no se ha extendido su uso.
Ubicación de la malla
En la actualidad, prima en general la colocación "sublay" de la malla quedando las otras opciones para casos aislados o donde ésta no pueda ser realizada. Esta colocación mediante un abordaje laparoscópico es difícil y complejo salvo en manos muy experimentadas.
La cirugía robótica incrementa la posibilidad de colocar la malla en situación no intraperitoneal lo que obvia la necesidad de utilizar otras mallas diferentes a las de PPL[6].
Fijación de la malla
Los nuevos métodos de fijación pretenden disminuir el dolor postoperatorio, como la sutura barbada o los sellantes de fibrina, pero pueden aumentar la recidiva si no se emplean adecuadamente[1].
Tipo de malla
Nuevas mallas se han desarrollado con potencial uso laparoscópico como las mallas sintéticas bioabsorbibles, con una mejor resistencia a la infección pero un riesgo teórico de recurrencia por debilitamiento tras su reabsorción; las mallas titanizadas, que parecen reducir la reacción inflamatoria a cuerpo extraño y el dolor aunque estos resultados deben ser confirmados en estudios randomizados; o las mallas autoadhesivas, que previenen la migración y reduce la necesidad de fijación de la misma, y por ende el dolor postoperatorio[1].